El pacifista blandía el revólver humeante mientras, con su tono de voz más dulce, regañaba a los cadáveres ensangrentados que poblaban la sala de conferencias, unos recostados en sus butacas y otros tendidos sobre la moqueta oscura:
- ¿A que tenía razón yo? – preguntaba, didáctico – ¿Veis para qué sirven las pistolas?
El pacifista entró en la sala de conferencias, e hizo el gesto de blandir un revolver. Husmeo los cadaveres, butaca a butaca, y dijo:
-¿ veis para qué sirven las conferencias?
para mataros de aburrimiento.
,,,,
( se me escaparon 4 acentos)
Más bien blandiría la boca humeante, ¿no?