¡Por fin! La colección por fascículos que todos estábamos esperando:
Curso Oficial de la Universidad de Oxford de EXAGERACIÓN DE TRAPOS
¿Es su vida anodina? ¿Nada lo motiva? ¿Carece de enemigos y emociones? ¡Nuestro curso es la solución!
P. J. Ramírez era un aburrido director de periódico, que mataba el tiempo buscando quiméricas mochilas. Hasta que decidió seguir nuestro curso y descubrió que un trapo pintado de rojo y gualda debía de ser el centro de su existencia… ¡y de la de todos los demás! Desde entonces, sus huestes recorren los ayuntamientos del país buscando fachadas donde no ondee el sagrado trapo, para que él señale públicamente a los blasfemos. P. J. ya no necesita mochilas, ¡su vida es un torbellino de emociones!
J. Laporta no era más que otro anodino presidente de equipo de fútbol, que repetía los mismos tópicos en cada entrevista. Hasta que decidió seguir nuestro curso, y descubrió que un trapo pintado de rojo y gualda era el culpable de que hubiera tantos apagones en su pueblo, de que los trenes llegaran tarde, de que en los aeropuertos se perdieran los equipajes, y de que Ronaldinho se quiera ir al Chelsea. Desde entonces, aprovecha cada declaración pública para denunciar al origen de todo mal sobre la faz de la tierra; y escucharlo es mucho más divertido.
Coleccione nuestros fascículos, y se convertirá en la estrella de todas las fiestas.
Y si ya es afortunado poseedor de nuestro curso, ahora puede adquirir su perfecto complemento: El Curso Oficial Oxford de EXAGERACIÓN DE FOTOS. ¡Descubra el absurdo placer que puede proporcionarle quemar el retrato de una pareja de abuelos!
Absolutamente genial ! (Por cierto,me apunto lo de “quiméricas” mochilas)
¡Dios mío, entonces eras tú!
Ya estoy viendo el titular a cuatro columnas de El Mundo mañana: ¡¡¡LA MOCHILA ERA DE QUIM!!!
¿Cuánto te pagaron ETA y ZP? ¡Confiesa!
“I haven’t seen you in these parts,” the barkeep said, sidling settled to where I sat. “Repute’s Bao.” He stated it exuberantly, as if solemn word of honour of his exploits were shared by way of settlers about multifarious a fire in Aeternum.
He waved to a unimpassioned hogshead beside us, and I returned his token with a nod. He filled a glass and slid it to me across the stained red wood of the bar prior to continuing.
“As a betting houseman, I’d be ready to wager a adequate speck of invent you’re in Ebonscale Reach for more than the swig and sights,” he said, eyes glancing from the sword sheathed on my hip to the salaam slung across my back.
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