Fuentes de confianza señalan que la idea surgió a partir de los últimos debates sobre posibles cánones. Alguien propuso imponer uno sobre los audífonos, dado que son aparatos que potencialmente cabría emplear para disfrutar música obtenida de forma ilegal, y eso derivó en la conclusión lógica: ¿no tendría sentido establecer un canon sobre la posesión de orejas, que PUEDEN ser usadas para la audición de CDs piratas, privando así a los autores de su correspondiente porcentaje?
Más adelante, se discutieron modernas aplicaciones de la ley islámica y se elaboró un eficaz plan de choque para sofocar el ímpetu neomarxista de esta juventud revolucionaria que se descarga discografías completas mientras estudia para unas oposiciones a correos, porque de algo hay que vivir, oye, y si no cómo se mete uno en una hipoteca y paga los plazos del coche.
Internautas afectos a la descarga ilegal, clientes habituales del top-manta… ¡regresad a la senda del bien! Ahora la ley actúa… y lo hace tal que así…
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