Menudo castigo le iba a caer. Justo el mismo día que la institutriz inglesa tenía que marcharse por una urgencia, a su padre se le ocurría volver más temprano del trabajo.
Allí estaba ella, con el uniforme del colegio de monjas todavía puesto, frente al televisor encendido donde podía verse Vamos a ESO, la refrescante serie de sobremesa ambientada en un centro de secundaria cuyos alumnos y profesores mantenían diversas y polimorfas relaciones erótico-afectivas y ponderaban con desenfado las bondades e inconvenientes de las distintas tallas genitales.
- ¿Para esto te estamos pagando una educación? – bramó su padre, apagando el televisor – ¿Cuántas veces te he dicho que no tienes que ver los programas que produce papá?
Y lo peor de todo es que sera verdad
no me pongo el cinturon, el de castidad.
No me da la gana.
Que venga la institutriz y me lo ponga.
ole
Un padre ejemplar