Su mujer siempre se lo decía: “Eres demasiado dócil, transiges con todo. Vas por la vida dejándote dominar por cualquiera”. ¡Ojalá ella pudiera verlo ahora!
- Escucha, imbécil, a mí me tienes que respetar, ¿entiendes? Porque estoy hasta los mismísimos cojones de listos como tú, de buitres y de aprovechados. Pero ya me he hartado de ser el pobre gilipollas de toda la vida. No me trago más vuestra puta mierda. ¿Está claro? ¿Te has enterado, payaso? – dijo, un segundo antes de llevar la siguiente cucharada de potito a la boca de su hijo, que en efecto se había enterado.
Espérate que cumpla el crío los 14… volverá a ser él el gritado…
Soberbio.
Una historia del realismo más cruel, pero realista al fin y al cabo. Estupendo.