4 grandes contribuciones de Ana Obregón a la cultura universal

¡Oh, fatalidad! ¡Oh, programas matutinos en los que expertos en nutrición nos desvelan las virtudes dietéticas de la sopa frita! La audiencia abandona a Ana Obregón y todo el mundo quiere hacer leña del árbol caído.

Para contrarrestar tanta envidia y maledicencia, recordamos aquí las cuatro máximas aportaciones de entre los cientos de ellas que Ana Obregón ha hecho a la cultura universal.

4. Su cameo en El Equipo A

Nadie puede afirmar que ha dejado huella en el siglo XX si no ha aparecido como estrella invitada en El Equipo A. Ortega y Gasset no lo hizo. Boy George sí. Albert Einstein murió esperando la llamada de los productores para que le permitieran hacer de padre de una de las novias de Fénix (de hecho, murió esperando a que los productores nacieran). Pero Ana Obregón tuvo un papel clave en un episodio en dos partes que además abría su correspondiente temporada. ¡El plato fuerte! Lanzaba utensilios de cocina y disparaba con una recortada pero, como era habitual en aquella alegoría metafísica sobre lo eterno e inmutable, nadie sufría la menor magulladura.

3. Policía

En 1987 Ana protagonizó, junto a Emilio Aragón, este reposado melodrama intimista dirigido por Álvaro Sáenz de Heredia, autor de otras obras cumbre del cine español como Condemor o Brácula. Tamaña conjunción de talentos sólo podía dar lugar al retrato más verista de la labor cotidiana de los cuerpos de seguridad del estado que jamás se ha llevado a la pantalla.

2. Su labor como contrapeso de Ramón García

Sin Ana para desviar la atención de vez en cuando, muchos más ciudadanos habrían caído bajo el influjo de este autodenominado “tío majo”. Sus carcajadas bordeando el histerismo conseguían apartar nuestra mirada del rostro de García, idea platónica del yerno perfecto (o lo que es lo mismo, el cuñado estrangulable) bajada de los cielos para sumir a los mortales en un abismo de desesperación. Pese a la encomiable labor de Ana, no son pocos los que han sucumbido al Síndrome del Tío Majo y ven ese inconfundible rictus de simpatía sintética allá donde hay una faz humana.

1. Silicona en el avión

Pero si tuviéramos que señalar un único motivo por el que generaciones venideras rendirán tributo a Ana Obregón es por la leyenda urbana sobre el implante de silicona que supuestamente le explotó en un avión rumbo a Venezuela.
Si realmente ocurrió, afirman los expertos que no habría habido grandes estallidos ni episodios pirotécnicos: el pecho se habría limitado a perder volumen y adoptar una forma extraña, secuelas físicas fácilmente subsanables con una posterior operación. ¡Terrible vicio el de los científicos, siempre ansiosos por cortarle las alas a la fantasía!
Pero da igual. Nosotros, como tantos otros soñadores sensibles, nos lo imaginamos así…