Seguí pasando mi verano azul. Y fue fantástico. En aquella pensión veraneaba una Miss. Miss de una provincia andaluza.
Quería presentarse a Miss Andalucía. Morena y preciosa.
Yo tendría 8 años. Ella veraneaba en la pensión acompañada de su tía, y su hermanito pequeño, Alejandro.
La Miss, su tía, Alejandro y yo fuimos al mercadillo.
La chica quería comprarse un bikini.
Un bikini barato, no había pelas. Al fin y al cabo estábamos
en una entrañable cutre-pensión de media estrella.
La otra media se la comieron las cucarachas.
La Miss se probó el bikini tras una sábana en el mercadillo.
No he visto nunca una sombra tan sensual.
Luego nos fuimos a la playa. Y pasaron las horas hasta llegar
las cuatro.
“¿Mamá, porque nos hemos ido tan lejos, a la esquina de la playa y todavía no hemos comido?”
La Miss quería hacer top-less y ponerse morenita.
Y que nadie la viese, pues eso era de putas.
La Miss tomó el sol una o dos horas.
“Báñate” le dijo su tía, “que así se te pondrán más rápido las tetas morenas”.
Y se bañó. Cuando salio del agua…
Adoro los mercadillos. Su bikini era tan cutre que se volvió transparente. Vi a la diosa Venus salir desnuda del mar mientras su acalorada tía le gritaba educadamente:
“¡ Niña, coño, que se te ve todo el coñooooo!”
Lo dicho , adoro los mercadillos.
Y a las Misses. Y a las tías de las Misses.