Sonidos del cementerio: Alice Cooper

Una bruja reencarnada en el hijo narigudo de un predicador. Revelación de ouija, que luego se ha reconocido, tal vez para sorpresa de algunos, como montaje publicitario. Uno de los máximos representantes del viejo rock satánico es hoy acérrimo antiabortista, partidario de la pena de muerte y de George W. Bush que reza sus oraciones todos los días.

Vicent Damon Fournier se quedó con el nombre de su banda, Alice Cooper (y con el contrato discográfico), cuando ésta se deshizo, en principio temporalmente, allá por 1974. La carrera había sido meteórica: después de dos discos experimentales bajo el patrocinio de Frank Zappa, Alice Cooper saltaron a la fama con el single I’m eighteen. Cuatro años más tarde, las relaciones se habían deteriorado hasta el punto de cuasi ruptura. Mientras sus antiguos compañeros volvían rápidamente al anonimato, Alicia lanzó un espectáculo con disco incorporado, Welcome to my nightmare, cuyo éxito acabó por decidir la definitiva disolución del grupo.

Tampoco le duró mucho: el alcohol y el declive comercial, trabajos erráticos y crisis varias de identidad le llevaron al internamiento psiquiátrico voluntario, que produjo un disco memorable escrito a medias con Bernie Taupin, From the inside, canto del cisne del Alice clásico. En 1980 volvió a intentar cambiar de imagen con discos electrónicos como Flush the fashion o Special forces. Las ventas cayeron en picado y Alice volvió a la botella. La perla oscura del periodo es Da Da, su disco más sinceramente nihilista. La locura y los monstruos no tienen la cómoda textura de cartón piedra de sus habituales himnos macabros como I love the dead. Aquí huelen a baba y excrementos, ya sean el anciano deforme encerrado en el ático de Former Lee Warmer o el tirador suicida dispuesto a volar la cabeza de quien quiera que pase cerca de la ventana de su hotel en Pass the gun around.

Nuevo periodo de desintoxicación, que aprovecha, entre otras cosas, para rodar su única película como protagonista, la coproducción hispano-filipina Monster dog (que puede presumir de contar en su reparto con Fernando Conde, el tercer miembro de Martes y 13). Completamente repuesto, se apunta al filón del AOR y vuelve a entrar en las listas de hits con Trash (1989), y especialmente con el single Poison. De nuevo, el éxito dura poco y su siguiente disco en esa línea, Hey stoopid marca el inicio del próximo declive.
Declive, tribulaciones… y luz. Alice Cooper renace a la fe de su padre. Arrepentido, se hinca de rodillas frente a un ministro de Dios y, dispuesto a abandonarlo todo, pregunta cómo puede compensar el mal que ha hecho a las almas de los hombres con su música decadente. El religioso le anima a usar de la tribuna pública para cantar las alabanzas del Creador. Y, ya de camino, un buen donativo nunca ha cerrado la puerta del Paraíso a nadie.

La primera de sus parábolas es The last temptation, cuya versión en cómic escribe un Neil Gaiman algo forzado (entre otras cosas, y como reconoce no sin diplomacia en el prólogo del álbum, por la perspectiva moral maniqueísta del músico). Y de entonces a hoy, Alicia sigue predicando: el diablo anda suelto y hay que darle caza. Eso sí, los buenos cristianos pueden reponer fuerzas en el restaurante temático propiedad de Alice, Cooperstown, dedicado al golf y el show-business. ¿Cuál de los dos Alice Cooper, el alcohólico nihilista o el cristiano renacido, es más terrorífico?

(Texto: A. Romero)

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