Lo hice, supongo, porque era la noche más triste del año y estaba aburrido de los chaperos jovencitos y musculosos de siempre. Tumbado en el sofá, ebrio y resentido con mi destino, marqué el número habitual y decidí cambiar de plato: basta de efebos de gimnasio, me dije, hoy quiero un hombre.
Ignoro cuánto tiempo estuve durmiendo la mona: cuando abrí los ojos estaba allí, embutido en su traje del color del pecado. Me lancé sobre él y, tras acorralarlo contra la mesa, desnudé sus glúteos blanquecinos y lo empalé repetidas veces mientras mi amante chillaba poseído por la lujuria.
El timbre sonó después del sexto o séptimo orgasmo. En el umbral, un gordo con gorra nazi y traje de cuero sonreía:
- Hola, guapetón. Me envían de la agencia. Oye, ¿ese trineo con renos que hay aparcado junto a la puerta es tuyo? ¡Queda súper-entrañable!
Je,je.¡muy bueno!
…A Rudolp se le puso la nariz roja.
¡Felices e Irreverenciales Fiestas!
Salvo el final, puro Burroughs.
Demonios, don McManus, pilla usted las referencias al vuelo.
¡Falaz navidad a ambos!