¿El consumista nace o se hace?
Ya hay datos que lo confirman empíricamente: la especie humana ha dado el salto evolutivo definitivo. Las nuevas generaciones de homo sapiens ya vienen programadas en lo más íntimo de su ADN para lograr nuestro destino genético universal: ¡comprar y comprar!
¿Hay que educar a los niños en el consumo responsable?
¡Por supuesto! Nuestros niños deben ser formados desde su más tierna edad a consumir responsablemente: ¡cuánto más mejor! ¡Las pequeñas compritas de hoy serán las grandes compras del mañana! Que nunca olviden esta máxima: no dejes para mañana lo que puedas comprar hoy.
¿Es bueno para los niños dejarse influir por las modas?
Es muy positivo para la formación de los niños el seguir las modas, todas las que quieran. ¡Que elijan la que más les guste, para que se crean que de verdad pueden elegir algo en la vida!
¿El consumismo desaforado, el derroche compulsivo, las compras innecesarias, no serán un pecado capital de terribles consecuencias? ¿No se condenarán nuestros niños a la hoguera eterna si los arrojamos a los brazos del egoísmo consumista?
No hay que preocuparse: ¡a los curas todo eso se la trae floja! Están los obispos como para ocuparse de semejante estupidez, con la de problemas que tienen que resolver a diario: que si el uso de los condones, que si los matrimonios de maricones y tortilleras, que si la unidad de la patria, que si las células madre…
Según ciertos estudios, las nuevas generaciones ya no son homo sapiens, son homo consumiens, jeje. Cuídate y gracias por pasarte por biosbardos! Un abrazo
Muy bueno Maese
Los niños lo que de verdad consumen es la energía de los padres.
ya te pelotearé por mail para decirte lo buenos que son tus dibujos.
saludos.
“I haven’t seen you in these parts,” the barkeep said, sidling over to where I sat. “Designation’s Bao.” He stated it exuberantly, as if say of his exploits were shared by means of settlers hither multitudinous a firing in Aeternum.
He waved to a unimpassioned butt beside us, and I returned his token with a nod. He filled a field-glasses and slid it to me across the stained red wood of the court before continuing.
“As a betting houseman, I’d be delighted to wager a above-board speck of coin you’re in Ebonscale Reach for the purpose more than the drink and sights,” he said, eyes glancing from the sword sheathed on my with it to the bow slung across my back.
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